Campus Santiago debatió sobre el fin del binominal
La invitación de la dirección del Campus Santiago, la Unidad de Extensión de la carrera de Administración Pública-Santiago y de la FEUV-Santiago era a debatir sobre las reformas políticas que hoy se discuten en el Congreso Nacional, específicamente el término del sistema binominal en las elecciones parlamentarias. Y para ello llegaron hasta la sede capitalina de la Universidad de Valparaíso Daniel Brieba, director de estudios de la fundación Horizontal, y Ricardo Godoy, vicepresidente nacional del Partido Progresista.
Antes de profundizar en los cambios que se están planteando, ambos analistas coincidieron en que el sistema binominal no es la causa principal de los problemas que enfrenta la política chilena. “Es parte del problema, no todo el problema. El gran problema es que la gente no siente que quienes están en el parlamento los representan. Y los principales culpables de estos son los partidos políticos, que enfrentan una gran crisis interna, aunque no se note tanto. Piensen ustedes cuándo fue la última vez que un partido realizó un congreso ideológico y luego siguió en el parlamento las directrices que en ese encuentro se adoptaron o la última vez que un partido sacó una declaración conjunta respecto a un tema en vez de que algunos personeros opinen por su propia cuenta. Cuando los partidos tienen objetivos programáticos claros se ordena la discusión. En las encuentas CEP de 1990 un 80% de los encuestados respondía que se sentía representado por algún partido político. Hoy, sólo un 30 o 33% se siente identificado con alguno y eso es un cambio muy grande para sólo dos décadas y que podría derivar en que terminemos con un modelo a la peruana, donde históricamente existieron partidos fuertes, pero hoy sólo son vehículos electorales que se arman a la medida de un candidato para una campaña específica”, explicó Brieba.
Godoy, en tanto, argumentó que “el principal problema que hoy enfrentamos es que hemos perdido el sentido ético de la política al punto que en la opinión pública llegó a dominar el sentimiento de que lo que se busca no es vivir ‘para la política’, sino que vivir ‘de la política’. El giro que hay que hacer es encontrarle un sentido a la búsqueda del poder. Los griegos se juntaban en las plazas a discutir de política porque tenía un sentido social. Ahí hay un tema de fondo, que exige un cambio de parte de los actores y por eso yo valoro lo que está haciendo, por ejemplo, Gabriel Boric, que con su dieta parlamentaria creó un preuniversitario gratuito. Eso demuestra que desde la política se pueden hacer cambios. Pero es vital volver a instalar el debate de ideas como un eje central de las elecciones”.
Respecto al sistema binominal mismo sí hubo divergencias. Brieba opinó que “es una mentira que no sea un mecanismo proporcional, porque sí lo es, y se trata de una competencia entre listas, lo cual es lógico si entendemos la política una confrontación de ideas y no de personas. El principal problema que tiene este sistema es que es excluyente. Se instila después del plebiscito de 1988 y refuerza a dos alianzas, congelando la división que se produjo entre los adherentes al Sí y al No. Es un sistema que te obliga a permanecer en la alianza en la que estás, porque si te sales sufres una masacre electoral. Así, las terceras opciones tienen muy poca viabilidad, salvo que pacten con las dos grandes alianzas, que es lo que hizo el Partido Comunista en las parlamentarias del 2009, lo que le permitió elegir tres diputados. El binominal le da un poder enorme a las élites políticas y otro problema que tiene es que hace competir dentro de las listas y no entre listas, que sería lo deseable. Yo creo que en la actual discusión parlamentaria se va a llegar a acuerdo y me parece que la que se está proponiendo es una buena reforma, es un buen comienzo, aunque creo que si no superamos los otros problemas que tiene la política chilena, esta reforma va a ser bastante decepcionante”.
Godoy, en tanto, hizo una crítica mucho más ácida al actual sistema, exponiendo que “el binominal es un sistema único en el mundo. Hicieron los distritos teniendo en cuenta los resultados del plebiscito del Sí y el No y realizaron un diseño estratégico que buscaba sobrerrepresentar a un sector, en este caso la centroderecha. Con cualquier otro mecanismo se habría dado un triunfo aplastante de la Concertación en las elecciones parlamentarias del ’89. Todo esto estaba dentro de la lógica de la ‘democracia protegida’, cuyo principal ideólogo era Jaime Guzmán y que buscaba que ningún gobierno posterior a la dictadura pudiera hacer algo muy distinto a lo que ellos habían hecho. En el fondo era miedo a la democracia, porque había un modelo económico que defender. Ahora lo que se busca es cambiar un sistema electoral diseñado por una dictadura y, además, corregir distorsiones por el mal diseño de los distritos y circunscripciones, que permite que el voto de algunos ciudadanos valga más que el de otros, como lo que pasa con Aysén, donde viven menos de 50 mil personas y eligen la misma cantidad de senadores que en las circunscripciones de la Región Metropolitana, en cada una de las cuales viven casi tres millones de personas.
En la ronda de preguntas del público, el debate se movió entre temas como el financiamiento estatal de los partidos políticos y la necesidad de una nueva constitución, pero uno de los tópicos que más interés despertó fue el del efecto del voto voluntario en la alta abstención que se dio en la última elección.
Daniel Brieba analizó que “antes de las elecciones se decía que el voto voluntario favorecía a la derecha, porque las personas con más educación votan más y los que más educación tienen son los ricos. En Santiago fue así, pero si uno analiza lo que pasó a nivel nacional encuentra que pasó todo lo contrario. Se dio que había mucha gente que votaba por la derecha, pero por esos candidatos más light, tipo Joaquín Lavín, se quedó en la casa. También se produjo el fenómeno de que la gente sobre los 40 años votó mucho más que los jóvenes. Eso es algo que pasa en casi todos los países, pero aquí en Chile las dimensiones de ese problema son enormes y se explica por el hecho de que votar es un hábito y que no depende de la oferta electoral. Y los jóvenes no tienen ese hábito. Y también es interesante analizar qué pasó en las mesas compuestas mayoritariamente por jóvenes. Yo hice el ejercicio de buscar esos resultados en Santiago y me encontré con que en la presidencial los porcentajes eran: Michelle Bachelet, 25%; Franco Parisi, 25%; Evelyn Matthei, 17%; Marco Enríquez-Ominami, 17%. Como ven, hay una diferencia sideral con los resultados globales, son dos mundos totalmente distintos y por eso algunos dicen que si todos los jóvenes fueran a votar podría significar el fin de los partidos políticos tradicionales”.
A su turno, Ricardo Godoy puntualizó en que “el voto voluntario obligó a la clase política a ir a conquistar al electorado. Si el voto hubiera seguido siendo obligatorio, la gente se habría visto forzada a elegir entre azul y azul marino. Fue necesario crear un vínculo emocional con el votante para que este concurriera a las urnas y, como nunca, en la última elección se habló de lo social, de educación, de salud, de las pensiones. Que la Presidenta Bachelet haya cerrado su participación en los debates hablando de ‘avanzar hacia un nuevo Chile’ no se habría dado sin el voto voluntario. El problema es que Chile la gente no siente que la democracia sea un bien público que hay que cuidar y no percibe que la política se mete diariamente en su bolsillo. Entonces, delegan el poder a los mismos de siempre. En los colegios se disminuyen las horas de Educación Física, ¿de Filosofía?, nada… Entonces no hay un vínculo con la política, por el contrario, se piensa que mientras más lejos permanezcamos de la política, mejor. ¿Mejor para quién? Esa es la pregunta que les dejo planteada”.