Campus Santiago

“Si no cambiamos la forma de hacer, producir, crear y generar valor, no tenemos futuro”

20 Oct 2021

El Campus Santiago y las Escuelas de Auditoría e Ingeniería Comercial realizaron la conferencia “Economía del bien común” que dictó Gerardo Wijnant, pastpresident de la Asociación para el Fomento de la Economía del Bien Común en Chile (EBC) y responsable nacional de Impacto en Doble Impacto - Banca Ética. El expositor destacó que “si no cambiamos la forma de hacer, producir, crear y generar valor, sencillamente no tenemos futuro”, al referirse a organizaciones que aún actúan sin pensar en las generaciones futuras.

Wijnant explicó que el modelo de la “economía del bien común” apunta a recuperar el sentido original aristotélico y la esencia del sentido de la economía, donde el fin último es “administrar una casa común buscando el bienestar de sus habitantes” y el dinero es sólo un medio para ello. “Esto es contrapuesto a la crematística o el amor por el dinero, la maximización de las utilidades a como dé lugar”.

También subrayó que “lamentablemente hemos asimilado que la mejor economía es aquella que tiene mayor crecimiento, sin entender que cualquier crecimiento puede generar más daño que bienestar cuando no contempla los daños generados al medio ambiente, en las comunidades o el maltrato laboral que se genera por la búsqueda de la maximización de utilidades”.

El evento, realizado telemáticamente el 19 de octubre, contó con la moderación de los profesores Juan Egaña y Héctor Fuentes, jefes de carrera de Ingeniería Comercial y Auditoría, respectivamente. Además, participaron la directora del Campus Santiago, Valeria Scapini, junto a académicos de ambas escuelas, estudiantes y público en general.

Claves de un modelo

La “economía del bien común” es una corriente de pensamiento que en los últimos años está impulsando el economista austriaco Christian Felber, quien visitó nuestro país en 2016, y está influyendo con sus ideas no sólo en cambiar la forma de entender la economía, sino también en motivar a las organizaciones a jugar un papel importante en un mundo con desafíos muy relevantes.

El telón de fondo son los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que implica la satisfacción de las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades, y el compromiso de los países firmantes del Acuerdo de París (2015) por reducir las emisiones para evitar el agravamiento del cambio climático.

“Hoy lo que se busca es una combinación adecuada de lo social, lo ambiental y lo económico. Estos tres factores no pueden estar separados en la evaluación de los proyectos y en la consideración del trabajo. Desafortunadamente, siguen estando muy separados. Por lo mismo, es necesario ir generando propuestas que las modifiquen”, enfatizó Wijnant.

Más específicamente, la propuesta de la Economía del Bien Común (EBC) identifica tres problemas y tres soluciones. Para superar la contradicción entre los valores de la economía y la sociedad propone un modelo que premie el aporte al bien común y la coherencia con los valores sociales. Además, indica que el “espíritu” de nuestras constituciones no se refleja en la economía, ante lo cual el modelo busca medir la contribución al bien común. Por último, se plantea que sólo hay indicadores de valores de cambio que miden el medio, por lo cual se requiere medir el éxito económico con indicadores de utilidad socioambiental que evalúen el fin.

La EBC, en síntesis, es un modelo que busca cambiar (resignificar) el objetivo de la economía, desde la sola maximización de beneficios financieros por medio de la competencia, a la máxima contribución al bien común por medio de la colaboración. Y está basada en valores como la dignidad humana, solidaridad, justicia social, sostenibilidad ecológica, transparencia y participación democrática.

Balance del bien común

Wijnant sostuvo que “el balance del bien común es el corazón de esta propuesta”, la cual se refiere a una métrica que contiene factores económicos, sociales y ambientales para determinar qué tanto están aportando al bien común las organizaciones privadas o públicas. Esta “matriz”, por ende, implica evaluar el comportamiento de una organización con respecto a sus distintos grupos de contacto internos y externos, en los ámbitos valóricos arriba citados.

“Cuando seguimos viendo el ránking de las mejores empresas, asimilándolas con aquellas que obtienen mayores utilidades, el balance financiero, siendo esencial para el trabajo de cualquier empresa, no dice absolutamente nada del comportamiento de esa empresa en cuanto a su ética, su actitud con la comunidad o su aporte al bien común”, puntualizó el académico, reconociendo que en Chile es aún es incipiente la aplicación de esta matriz en empresas y organizaciones que quieren incorporar una mirada integral y holística en su quehacer.

Wijnant relevó que hoy hay una serie de nuevas economías o con propósito, entre las cuales está la del bien común, que “rescatan la esencia que nunca debió haber perdido el sentido de la economía desde la época de Aristóteles”. En ese grupo están el movimiento cooperativista, la economía solidaria, el comercio justo, las empresas del sistema B, la economía colaborativa, la economía circular, la banca ética, consumo responsable, el movimiento 100K (cien kilómetros a la redonda), que pretende desarrollar y potenciar mercados territoriales y locales.

“La diversidad de expresiones de la economía social son respuestas a personas y comunidades que desean ser mucho más respetadas en su trabajo y esfuerzo, ciudadanos cada vez más conscientes y responsables, a la necesidad de transparencia y confianza, respeto a nuestro medio, al entorno y la naturaleza”, comentó el académico, quien ha sido miembro del directorio Global de la Organización Mundial de Comercio Justo (WFTO) entre 1995 y 1997 y parte del directorio de la misma organización en su capítulo regional latinoamericano hasta 2013.

Detalló que ser ciudadanos más conscientes y responsables supone no dar la vuelta a la espalda a la realidad social, aunque esta ocurra a miles de kilómetros de distancia. Por ejemplo, indicó que el 60 por ciento del cacao (chocolate) “proviene de Costa de Marfil y Ghana y allí trabajan más de 300 mil niños esclavos”. Por eso, añadió, “debemos preocuparnos sobre cuáles son las cadenas de valor, de dónde vienen los productos, quién los hace, por qué los hace, en qué condiciones lo hace, y preferir a las empresas más sustentables”.

Banca ética

Gerardo Wijnant tiene más de 25 años de experiencia en los temas de comercio justo y sustentabilidad. Fue gerente general de Comparte, una de las primeras organizaciones certificadas de comercio justo en Chile. Actualmente, es responsable nacional de Impacto en Doble Impacto - Banca Ética. Sobre este proyecto, destacó que ahora es una plataforma que ya ha apoyado a más de 400 organizaciones por alrededor de 53 millones de dólares en total y que pronto “nos vamos a convertir en la primera banca ética del país, lo que significa que solamente financia iniciativas que tienen un impacto positivo en lo social, ambiental o que apoyan aquellas empresas que quieren transitar a este desarrollo sostenible”, comentó.

 

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